miércoles, 20 de febrero de 2013

31

Hoy es mi cumpleaños. Ayer tuve un momento catártico en el que lloré como magdalena al descubrir mi fracaso como ciudadana capitalista sin haber logrado la casa propia, el auto (ése aún lo debo), el trabajo soñado y el súper éxito profesional antes de los 30. Ah, me faltó el perro pero mi novia es alérgica y no permiten mascotas en mi edificio, así que supongo que esa está perdonada. Y ni hablar de los hijos! Esa sí que la perdí sin remedio porque no pienso tenerlos. Y tampoco hablemos del tema de la belleza escultural porque ahí sí que me voy a deprimir sin remedio.

Bueno, el caso es que después de mi crisis existencial y de acabarme la caja de pañuelos me pregunté realmente a quién le compré esa idea de que a mis tiernos 31 años debía yo ser "alguien" en la vida y qué era exactamente lo que significaba eso de ser "alguien".

Cuando era niña pensaba que a los 30 años uno ya era muuuuuy mayor, y mi madre decía que a esa edad uno ya era "alguien". Yo no entendía muy bien eso de no ser nadie hasta esa edad, si yo estaba segura de ser alguien desde entonces, pero mi madre callaba todo eso con un "ya lo entenderás cuando crezcas". Y crecí. Y no lo entiendo, pero pesa. Y ayer, pensando en todas estas ideas me di cuenta de su origen: mi madre. Desde que puedo recordar ella me dijo que yo debía ser alguien muy importante, que iba a hacer cosas grandes, que tenía una misión muy importante en mi vida y por eso Dios me había dejado vivir (cuando era un bebé casi muero, luego viví y mi madre está convencida de que Dios me dio una misión casi casi salvadora). Cuando crecí y empecé a tomar decisiones que no complacían a mi madre, cuando descubrí que el "alguien" que soy no es el "alguien" que ella esperaba que fuera y vi su rechazo y su decepción, entonces entendí mi frustración.

Ayer lloré mucho por eso. Pero dentro de esa catarsis hubo una pieza del rompecabezas que finalmente cayó en su lugar: la que mi madre tiene en la mente, la que desearía que fuera, y la que yo soy, son dos personas distintas. De modo que por más esfuerzos que haga no voy a llegar a ser ese alguien imaginario que ella piensa, porque ese alguien no existe. Quiero que este año sea un año para mí, para llegar a descubrir la persona que realmente soy, quererme con toda mi alma y convertirme en la mejor versión de mí misma. Me duele y siempre va a dolerme mi madre, pero también empiezo a entender que no puedo cambiarla, aunque sí puedo cambiar la manera en la que ella me afecta y cómo sentirme con eso. No es un trabajo fácil, aún no tengo fuerzas ni para llamarla porque su voz fría, sus reacciones y su rechazo aún me duelen demasiado y el mantenerme alejada todavía es un mecanismo de defensa. Pero veo luz al final del túnel, y empiezo a entender que soy yo quien debe trabajar en cómo me siento, con ella o sin ella. O peor aún, a pesar de ella.

Agradezco a la vida por otro año lleno de aprendizajes y experiencias. Por haber puesto en mi vida personas tan maravillosas de las que aprendo cada día. Por darme la capacidad de amar y el enorme regalo de ser amada. Así que elijo un camino de paz y felicidad conmigo misma para este próximo año. Espero que me acompañen. Ahora me voy a comer pastel. De chocolate! :)

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