viernes, 5 de octubre de 2012

Vamos a volar

Estoy que no puedo de los nervios. Mis manos se han puesto heladas, el corazón me late con fuerza, no me puedo concentrar.
Estoy emocionada y contenta, sorprendida, preocupada, temerosa.
Mi novia trabaja en una empresa bastante grande. Tiene un puesto estratégico y ha sabido volverse necesaria. Hace unos días empezó a hablarse de cambios. Hoy al fin le han dado la noticia: la ascienden. Le van a dar más territorio y por ende más trabajo, pero por ende también más sueldo.
Y he aquí el asunto más importante: hay que cambiar de ciudad.
La verdad sea dicha, no he terminado de procesarlo todo. Me siento muy emocionada y muy contenta. Ansiosa y soñadora como soy ya me imaginé viviendo allá y haciendo esto, aquello, lo otro y lo de más allá. El cambio es bueno. El cambio es progreso, superación, renovación, desapego. Yo siempre he aceptado bien los cambios (al menos eso creo) y la mayoría de las veces hasta los he buscado: de trabajo, de casa, ¡hasta de país! Pero esque el cambio de a dos es otra cosa. Y entonces, después de toda la emoción, viene el miedo.
Yo iría detrás de ella hasta la luna, de eso no tengo duda. No me preocupa el cambio de ciudad, ni dejar a mi familia (finalmente no somos cercanos desde que salí del closet) o a mis amigos. La ciudad en la que vivo, medio escuálida, mal hecha y muy mocha no me conmueve ni un poco. ¿Por qué siento entonces ese nudo en el estómago, ese sudor frío en las manos y esa vorágine de preocupaciones que no me dejan pensar? Por mi trabajo.
Trabajo como Gerente de Marketing en una agencia automotriz. Mi trabajo no es ni malo, ni bueno. Mi puesto tiene de gerencia sólo el nombre, porque no se me concede ni presupuesto ni autoridad. Mis actividades son agradables en teoría, aunque no puedan llegar a la práctica por las negativas de presupuesto. Está bastante lejos de casa y el horario no es el mejor. Mi sueldo no está acorde a mis responsabilidades, aunque no sea malo. No existe ninguna oportunidad de crecimiento. Voy a cumplir un año en noviembre y de cualquier modo estaba pensando en buscar otro trabajo. Pero el asunto es que no sé cómo buscarlo en otra ciudad. No puedo dejar mi trabajo actual sin tener otro, porque hay deudas qué pagar. ¿Qué hace una para ser considerada sobre un candidato que ya vive en la ciudad destino? ¿Cómo se explica que se quiere una ir, pero no puede ir a una entrevista allá? ¿Cuánto más se debe pedir? Dudas logísticas que no sé cómo resolver.
Y además, muy a mi pesar, algo que tengo que reconocer: soy una persona insegura, y el logro de mi novia me amedrenta y me hace pensar que yo no soy tan buena. Miro las ofertas de empleo en la nueva ciudad y pienso que no podría hacer ese trabajo, a pesar de que sé que tengo la habilidad o la experiencia. Y pienso de repente que nunca seré tan buena como ella.

Pero como sé que probablemente me lea y no quiero una confusión innecesaria, va una nota para ella:

Amor, me siento feliz y emocionada de lo que has logrado. Te admiro y me encanta verte conseguir lo que mereces, lo que con todo tu esfuerzo te has ganado. Estoy segura que podrás con esto como has podido siempre ante cualquier reto y cualquier adversidad. Y te repito que si es necesario me mudo contigo a Liechtenstein. Te amo y amo verte crecer y sentirte plena y profesional. Sé que el cambio será difícil, sé que habrá mucho trabajo, poco tiempo y mucho por resolver. Estoy contigo. Lo resolveremos juntas. Acepto con gusto el reto aunque tenga miedo, aunque cueste mucho esfuerzo, aunque no sepa cómo resolverlo. Prometo esforzarme por ser paciente, prometo ser lo más comprensiva posible, prometo ser un apoyo en todo momento. Quiero ver este cambio como un logro conjunto, simplemente porque me has elegido para ser parte de tu vida. Así que, con todo y el miedo que me da, prometo hacer un esfuerzo para demostrarte que puedo ser la que admiras, la que crees, la que ves. Te amo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Déjame leerte. Dulce o amarga.